Contrastes…
China es un país asombroso, increíble, espectacular, orgulloso de sí mismo, algo que jamás me hubiese imaginado. Visité solo 4 ciudades: Beijing, Shanghai, Hangzhou y Nanjing.
El hecho que China esté creciendo el 10% en forma continua desde hace 10 años no se puede pasar por alto. Yo hacía un juego que era ver quién contaba más grúas tipo pluma en cualquier lugar de estas ciudades. Nunca fueron menos de 20 y cada una no estaba para hacer un solo edificio sino un complejo de edificios iguales, que podían ser entre 5 o 20.
Shanghai, mi puerto de arribo, es el corazón pujante de China y el inmenso y nuevo aeropuerto es la primera muestra de la modernidad y brío del país. Altísimos techos, pilares larguísimos y anchos salones y pasillos en un ambiente inmaculado y ordenado quieren mostrar la fuerza recobrada de China. El control migratorio y de aduanas es rápido y sin retrasos.
Los contrastes toman forma en la ciudad de Shanghai. Me contaron que esta gran urbe está sufriendo una gran transformación desde hace algunos años. Donde antes había barriadas de casas pequeñas, crecen ahora rascacielos imponentes que, al contemplarlos de lejos, dan un aire futurista a la ciudad. Sus 10 millones de habitantes disfrutan de un nivel de vida mayor al resto del país y respiran un ambiente cosmopolita. Las bicicletas ya no son las protagonistas de la calle y dejan sitio a una marea de automóviles modernos que se abre paso por la calle principal. Allí, una pantalla gigante emite el informativo de la noche.
La zona más moderna de Shanghai está representada con la impresionante y espectacular torre de telecomunicaciones, sostenida sobre colosales pilares inclinados y convertida en símbolo de la ciudad. Los rascacielos hacen comparar inevitablemente Shanghai con Manhattan y sus célebres edificios y pienso que Shanghai es el futuro y Manhattan el pasado. La ciudad china rebosa de construcciones relucientes y nuevas, no sólo más elevadas de promedio que las de Nueva York, sino más espectaculares, haciendo de la ciudad un paraíso para arquitectos y amantes del urbanismo. Rascacielos futuristas, coronados muchos de ellos con obras de arte y diseños exquisitos obligan a caminar mirando al cielo. Los edificios se notan que son nuevos aun con poco uso, cuidados por guardias privados que están uniformados y en posición de firmes arriba de una tarima, llueva, nieve o sople el viento.
Shangai tiene un tren magnético por levitación que va sobre monorriel elevado y tarda 8 minutos en cubrir los 30 km del aeropuerto al centro. Es el primer tren de este tipo comercial en el mundo, y su velocidad supera los 400 km/h.
Que velocidad de crecimiento! En Beijing se están preparando para las Olimpíadas del 2008. Beijing tiene ya un objetivo preciso e implacable y ese es aprovechar la realización de los Juegos Olímpicos dentro de tres años, y que esa fecha marque definitivamente el salto a ser una de las capitales más modernas del mundo. Quieren mostrar al mundo que China es capaz. Toda la ciudad de Beijing está en ritmo acelerado de construcción y reparación: autopistas, rascacielos, paseos y jardines. En la plaza de Tiananmen están construyendo unos símbolos gigantes de las olimpíadas y ya hay un reloj contando los días, horas y minutos que faltan…
Por supuesto, visité los sitios turísticos que por lo pronto están muy bien mantenidos: La gran Muralla, la Ciudad Prohibida del Emperador, la plaza de Tiananmen. Pero lo más increíble fue ver su pueblo y su cultura occidentalizada. Una población de más de 1.300 millones de personas en un país que se dice “comunista” en medio del bombardeo de hamburguesas, pizzas, celulares y computadoras. La impresión general es que China es comunista de palabra y capitalista en los hechos.
Decenas de letreros luminosos y gigantescos de grandes firmas multinacionales iluminan la noche de Shanghai y Beijing. China es un bocado demasiado apetitoso para ausentarse de él. Éstas invierten, transigen, construyen y transfieren tecnología. China, a cambio, les ofrece mano de obra barata y un inmenso mercado interno en expansión. El gobierno chino, desde Deng, ha liberalizado la economía y proclamado que enriquecerse es bueno. El ideal igualitario del comunismo ha sido desplazado por una limitada y peculiar aplicación del capitalismo.
La apertura económica no ha sido seguida de la política. La dirigencia china no parece dispuesta a repetir los errores de Gorbachov, que llevaron a la destrucción de la Unión Soviética. La prensa está controlada por el Estado y todo lo que se publica, se oye y se ve pasa por esos controles. La televisión tiene una gama amplia de canales, todos en chino, las peliculas occidentales dobladas al mandarín. Me salvó un canal que transmiten en inglés y fue mi única ventana al mundo durante varios días. Aunque el 90% de las noticias son de China, pocas noticias internacionales, y muchos documentales propagandistas. Las noticias de deporte siguieron fielmente el desarrollo del abierto de tenis de Beijing, así me enteré que el argentino Coria perdió la final del abierto contra el español Nadal. Las noticias deportivas seguían la actuación del único tenista chino ranqueado que perdió enseguida, y anunciando a continuación que China está esforzándose en mejorar su nivel de tenis para las Olimpíadas del 2008 y ganar medalla en este rubro: a alguien le queda alguna duda que lograrán su objetivo? (El deporte más popular en China es el ping-pong).
Sí, la gente es alegre, formal, educada, trabajadora, disciplinada, bien vestida a la última moda occidental. Usan autos y pocas bicicletas y motos, los medios de transporte son buenos y eficientes, no hay delincuencia, no se aceptan propinas ni limosnas (salvo algunos viejitos relegados del desarrollo), se come 3 veces al día y de forma abundante, mucha carne. Hay muchos millonarios con autazos por las calles, pero también mucha clase media con un muy buen pasar.
La imagen que uno tiene de millares de bicicletas circulando por las calles ya no es más realidad: hay muchísimos más autos que bicicletas, los autos son modernos y lujosos, los taxis algunos con pantallas de GPS para navegación por la metrópolis y con una pantalla de TV en el respaldo del asiento anterior, así uno puede ver cómodamente propagandas mientras viaja por los interminables embotellamientos de tráfico en la ciudad.
Lo que me impresionó es que las ciudades son muy limpias: no hay basura ni papeles ni en las veredas ni en las calles, está todo reluciente, y hay limpiadores y barrenderos en uniforme que constantemente limpian y levantas papelitos con una pinza! Las calles están bien adornadas con canteros, flores y árboles y hay cestos de basura en cada esquina, es un verdadero placer caminar por las calles! En las calles, pasos elevados, semáforos y policías regulan el tráfico y la sensación de estar en un país ordenado se acentúa. Anchas avenidas y pasos elevados permiten un tráfico fluido. Inevitablemente comparo lo que veo con lo vivido en el otro gigante asiático, India, y el contraste no puede ser mayor. Las ciudades indias están densamente pobladas y moverse por algunas de las equivalentes a Shanghai o Beijing resulta caótico. Aquí no. Las calles respiran orden, respetado escrupulosamente por automovilistas, colectivos, peatones y ciclistas que se agrupan en las esquinas esperando la luz verde para continuar. Tráfico sin incidentes, singular en una ciudad tan poblada.
En las grandes ciudades como Beijing o Shanghai se han dado grandes pasos para acercarse al capitalismo: se vive un notable incremento del ocio y, sobre todo, del consumismo. Las ciudades han de hacer frente a la inmigración masiva de los campesinos que acuden a ellas en busca de trabajo y de pareja. La política del hijo único ha tenido como resultado el descenso del número de mujeres en proporción al de hombres, pues los varones son más valorados por los padres. Como consecuencia, son muchos los chinos que, ante el temor de quedarse solteros, deciden trasladarse a la ciudad para probar suerte. Esto ha hecho que las ciudades crezcan enormemente, convirtiéndose en urbes de hormigón, donde se construyen edificios a marchas forzadas con índices elevadísimos de contaminación. El polvo en suspensión producto de miles de obras en construcción en Beijing se siente en la garganta de los 18 millones de habitantes.
Las ciudades son un claro contraste de civilizaciones, un choque entre Oriente y Occidente, en el que el primero sigue dominando sobre el segundo. La globalización también ha calado en China y, por ello, podemos encontrar grandes cadenas de supermercados como Carrefour o Auchan, o de comida rápida como Kentucky Fried Chicken o Burger King conviviendo con puestos tradicionales de comida callejera. China es ya el país del mundo con más restaurantes de comida rápida, mas de 500.000, y los KFC, Pizza Hut, Mc Donald's y Burger King están por todas partes. Todavía se ven pocos gordos, pero dentro de poco se verán más y más obesos con la comida chatarra pululando en cada esquina. Los modernos centros comerciales están llenos de tiendas de Armani, Prada, Louis Vuitton, y todas las marcas de lujo imaginables, y todas las marcas de moda están todas presentes: Nike, Adidas, Benetton, Esprit, etc. a precios inalcanzables.
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