Plaza Tiananmen
La primera y obligada visita es a la plaza de Tiananmen, corazón de la capital y del país. Nos escapamos del simposio con un argentino, un brasilero y un ecuatoriano. Yo tengo un papelito donde un colega chino me escribió “plaza de Tiananmen” en chino, para que el taxista entienda.
El taxi va por una avenida muy ancha flanqueada de edificios impresionantes. Es la avenida Wangfujing, que en el tramo próximo a la plaza pasa a llamarse Tiananmendong, arteria principal de Beijing y la zona más reluciente de una contundente capital. En ella tienen sus tiendas las mayores y más señaladas marcas internacionales y en ella hay hoteles de lujo asiático.
Wanfujing es una calle ancha peatonal con muchísima luz, muchísimo bullicio, muchísimas tiendas… todo un monumento al puro consumismo. Las calles adyacentes son mucho más interesantes. Alli está la “food street” con mil puestos de comidas, que ofrecen ciertos productos inverosímiles: delicias clavadas en un palo como escorpiones, saltamontes, capullos de gusano de seda, hipocampos, estrellas de mar, escarabajos, escolopendras y medusas. Me empiezo a preguntar si esto no será una tomadura de pelo montada para turistas ingenuos, pero no, veo a una señora china atacando con voracidad sus capullos de gusano de seda. Quedan bien crujientes una vez que lo fríen…
En la inmensa plaza de Tiananmen tienen lugar las grandes manifestaciones patrióticas. En ella se proclamó la República Popular China en 1949. Durante la Revolución Cultural, se celebraron en ella los mítines más importantes, en los que Mao, supervisaba los desfiles, formados a veces por un millón de personas. En 1976, se produjo otra concentración multitudinaria en la plaza con motivo de la muerte de Mao, a la que los ciudadanos acudieron para presentarle sus últimos respetos. Y por último, tuvieron lugar los tristemente famosos sucesos de mayo de 1989 durante los cuales los estudiantes se enfrentaron con los tanques durante la represión de las manifestaciones estudiantiles que pedían apertura política.
La plaza está dominada por tres construcciones. Una es la Ciudad Prohibida, residencia de los emperadores chinos durante siglos. La segunda es el Palacio del Pueblo, sede central de Partido Comunista Chino y lugar donde celebra sus reuniones el Comité Central. La última es el mausoleo del presidente Mao Ze Dong. Hay un cuarto edificio que es el Museo de Historia de la Revolución china, y que ahora luce frente a su fachada un gran monolito alusivo a las Olimpíadas que se van a celebrar en Beijing en 2008.
En la actualidad, la plaza se llena de ciudadanos que dan paseos, se sacan fotos, hacen volar barriletes chinos (con formas de animales) o compran globos a sus hijos. La plaza es un hormiguero de gente, moviéndose sin cesar, entre unos edificios y otros. La plaza está impecable, sin ninguna basura en el piso ya que constantemente circulan limpiadores que limpian todo instantáneamente. La gente tampoco tira nada al suelo. Otros limpiadores limpian con un trapito mojado las barras de las vallas una por una dejándolas relucientes.
La vigilancia policial es notoria y grupos de soldados desarmados e impecables marchan por distintos lugares de la plaza, los más nutridos a hacer los honores a la bandera, arriada al atardecer en ceremonia solemne, seguida por centenares de personas. La gente se sienta en el piso alrededor de la valla que rodea el mástil con la bandera. Vendedores ofrecen choclo asado ensartado en un palito y otros venden hojas de diario prolijamente recortadas que la gente compra para sentarse en el piso (nadie se sienta directamente sobre el piso). Soldados uniformados entran marchando en filas de a dos, y empieza la ceremonia.
El Mausoleo de Mao Ze Dong tiene el cuerpo momificado de Mao. Hay que tener en cuenta que aunque para nosotros no sea más que una curiosidad, para muchos chinos es una visita de respeto al héroe de todo un pueblo, como así lo atestiguan las largas colas, en su mayoría de compatriotas, que se forman para entrar. La cola es verdaderamente larguísima y yo renuncio a entrar a ver a la momia. Decenas de vendedores ofrecen recuerdos de Mao y símbolos con la hoz y el martillo. A la entrada y salida del mausoleo, conjuntos escultóricos propios del realismo socialista recuerdan la gesta guerrillera y revolucionaria, con Mao como supremo dirigente.
En la plaza de Tiananmen tampoco hay mendigos ni harapientos. En frente está la entrada principal de la Ciudad Prohibida, sobre la cual cuelga un retrato gigante de Mao, convertido en ícono de la plaza. A ambos lados, en chino, la leyenda “Viva la unidad y la fraternidad de los pueblos del mundo”. El internacionalismo proletario sigue vigente, al menos en la leyenda.
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