La vuelta…
El aeropuerto de Beijing es grande y bien organizado. Paso los controles sin más problema hasta la indicación por un policía, según creo entender, de que no puedo subir al avión con las botellas de vino chino que me han regalado. No entiendo el porqué, pues las tiendas del duty free rebosan de productos alcohólicos, pero considero más prudente no discutir. Una azafata se hace cargo de mis vinos y la sigo sin saber dónde. En un mostrador me cambian la bolsa por otra más fuerte y, sin decir más, me devuelve lo mío y me indica a gestos que la siga a otro mostrador especial para despachar por fin los vinos. Vuelvo al control de pasaportes igual de perpleja. El no saber chino tiene esas perturbaciones.
El avión al fin sale, yo convencida que a China hay que volver, sin duda alguna, que es preciso conocer más y mejor al país que marcará el rumbo del siglo XXI….
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