De compras…
Los shoppings son ultramodernos, inmensos: 6 o 7 pisos, están llenos de gente comprando y no les falta nada de lo que nosotros estamos acostumbrados, son tan completos como los americanos y europeos, con las mejores marcas y a precios bastante altos, como en Europa.
Pero no faltan las calles con negocios típicos y los mercados callejeros, algunos cubriendo 10 cuadras de longitud. Allí las cosas son mucho más baratas, se regatea el precio a muerte y venden artesanías y cosas típicas Chinas (medicinas tradicionales, alfombras, caligrafía, pintura tradicional, seda, sellos labrados en piedra, cometas, porcelana…), al lado de los artículos falsos imitados a la perfección, un reloj Rolex por 5 dólares o una cartera Gucci por dos dólares, quien nota la diferencia? El regateo duro es regla imprescindible, pues el precio puede bajar hasta un 500% respecto del dado a la primera pregunta. La incomunicación lingüística es resuelta con calculadoras. El vendedor pone un precio –digamos 200-, el comprador tecleo otro –10- para quedar en 35.
Hay mercados famosos como el Mercado de las Perlas y el de la Seda, con infinitos puestos que venden de todo: calzado, carteras, ropa, joyas, relojes, electrónica, souvenires, etc. Todo de “primera marca” (Puma, Gucci, Dior, etc, perfectas imitaciones!). Hay que regatear como una fiera y se pueden llegar a lograr descuentos que rozan lo absurdo.
El Mercado de la Seda está ahora en un moderno edificio de siete pisos y escaleras mecánicas. Hace pocos años el gobierno de Beijing lo trasladó de su sitio tradicional, para convertirlo en un moderno centro comercial. Es el corazón del delirio consumista de los visitantes extranjeros, que atiborran sus pasillos desde la apertura hasta el cierre. Ropa, zapatos, relojes, valijas, objetos deportivos, todo de marcas estelares, y hasta sastrerías que hacen un traje a la medida de un día para otro, ocupan todo el edificio. Los precios son irrisorios. Calzado deportivo que en Israel o en Madrid cuesta 100 dólares aquí es posible comprarlo por 15 dólares. Suéteres de cashemir de 140 dólares vendidos a 20. Relojes de 200 a 10 dólares. Los turistas se mueven entre una tienda y otra con los ojos drogados de consumo y yo con ellos. Compro una valija “Samsonite” por 10 dólares para cargar con lo comprado. La fábrica del mundo conquista con precios mínimos y excelente calidad. Los dependientes chinos hablan palabras sueltas en inglés y hasta en español y nada más.
Europa y EEUU mantienen un pulso constante con China por la falsificación y copia de marcas, sobre todo en textiles, calzado, relojería y productos deportivos. El gobierno chino asiente y sonríe. Las multinacionales más insignes tienen en China fábricas inmensas, donde millars de obreros en jornadas durísimas fabrican los productos que luego venden fuera a precio de oro. Usando la experiencia adquirida, empresarios chinos fabrican lo mismo y lo venden a precios tan competitivos que las multinacionales no pueden con ellos. En Europa, Israel y EEUU cierran fábricas por la demoledora competencia china. Pronto, a estos productos se sumarán automóviles, como ya lo han hecho motocicletas, en un nuevo escalón de la pirámide productiva que apenas comienza, pues la capacidad fabril china se vislumbra inagotable. Un informe reciente de Naciones Unidas advierte de que las desigualdades en China aumentan con la riqueza. El gobierno chino informa aplicará medidas para mitigarlas. Hay mucha especulación sobre el tema. Sobre el terreno lo que se ve son 1.300 millones de seres laboriosos y disciplinados, con un alto espíritu patriótico y hasta ahora bien gobernados. El Mercado de la Seda es una muestra de lo que viene.
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