Nanjing
Al igual que en Shangai, la estación de Nanjing es otro hormiguero. La estación es ultramodernísima y se parece más a un aeropuerto internacional, todo de mármol blanco y reluciente. Nanjing no se parece a Shanghai, es más chica (“solamente” cinco millones de habitantes), y hay modernas construcciones y torres, símbolo de la vorágine constructora y del crecimiento económico que llega. El centro histórico es precioso y está surcado de canales aprovechando las aguas del Yantzé. Las calles están llenas de gente, el tráfico también es más desordenado y las bicicletas llenan las aceras.
Algunas calles llevan nombres que recuerdan la historia reciente de Nanjing. Aquí los patriotas enfrentaron a los invasores japoneses, que tras conquistar la ciudad perpetraron una de las mayores matanzas de la II Guerra Mundial. 370.000 personas fueron asesinadas, decenas de miles esclavizadas y miles de mujeres prostituidas por el ejército japonés. Una parte apenas de los 35 millones de muertos sufridos, un genocidio mayor que el judío y casi desconocido en Occidente, quizás porque las víctimas eran chinas, no europeas. Nadie olvida las atrocidades japonesas y son motivo de cíclicas fricciones políticas pues Japón, al contrario que Alemania, rehúsa entonar su mea culpa.
En Nanjing, un colega chino de la universidad me llevó a visitar la tumba-mausoleo del fundador de la república china, el doctor Sun Yat Sen, a quien los chinos veneran como padre de la patria y le han construido un mausoleo-parque monumental, que impresiona por su extensión. Sun Yat Sen puso fin al decrépito imperio y proclamó la república en 1911, aunque no vivió para apuntalar su obra. A su muerte estalló la guerra entre las fuerzas conservadoras, y las revolucionarias, dirigidas por Mao. El mausoleo está ubicado en un parque inmenso repleto de restos arqueológicos de la dinastía Ming y con jardines, lagos, canteros, árboles y flores infinitamente bien cuidados y dispuestos muy estética y armoniosamente. El mausoleo es colosal, hay que subir más de mil escaleras para llegar al enorme edificio construido en los años 30.
Dentro del parque paramos en un templo budista. Durante décadas en China estuvo reprimida, pero los nuevos aires han llegado también a este ámbito. Monjes budistas con sus atavíos tradicionales preparan, en uno de los templos, una ceremonia. Discretamente, nos quedamos en un rincón para verla sin incurrir en impertinencias ni irrespeto.
La Nanjing Agricultural University es espectacular: el campus es enorme, todo parquizado con una estética china sin igual (flores, árboles, canteros, estatuas armoniosas). Los edificios son modernísimos, y aunque la Universidad es muy antigua (el año que viene cumplirá sus 100 años) han tirado todos los viejos edificios abajo y construyeron un moderno complejo de bibliotecas, aulas, laboratorios y oficinas que cualquier Universidad afamada debe envidiar. Las calles internas son un hormiguero: hay más de 20,000 estudiantes de agricultura. Los estudiantes de primer año recién comienzan sus estudios, y previamente tienen un entrenamiento militar de dos semanas (éste será todo el servicio militar que les exige el gobierno) y andan trotando en doble fila con uniformes militares. Los profesores me dicen que así aprenden disciplina y conducta antes de comenzar las clases. Los chicos y chicas duermen en los amplios dormitorios que se encuentran en el campus, vienen de todos los lugares del país, ya que esta es una universidad muy afamada, la 2nda en renombre luego de la Beijing Agricultural University. Los estudiantes vestidos a la última moda, bien occidentales (nada de esa imagen de ambos de algodón grises o azules con cuello Mao y chinelas chinas): jeans, Nike, remeras, mochilas coloridas, todos con el celular - parece una universidad americana.
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